Se escriben cuentos sobre la magia africana; los espíritus de los antepasados; las fuerzas de la naturalezas encarnadas en mujeres con cuerpo de pez; hechizos para recuperar maridos y para maldecir amantes; invocaciones; artes oscuras que conviven en la vida cotidiana… en todo esto pensaba Albrekt la primera vez que se acercó a la zona rural y vio estas mujeres. Albrekt es un ingeniero sueco que trabaja en una empresa italiana gestionando la implantación del sistema de agua corriente en el pueblecito de Palma donde está prevista la construcción de 20.000 viviendas para expatriados blanquitos que trabajen para las excavaciones de gas. La visión de estas caras pintadas le transportaba a otras épocas, a historias milenarias. Ganó algo de valor (es sueco, un poco tímido) para preguntar a una de ellas. Comenzó saludando con una amplia sonrisa para después preguntar muy educadamente por el nombre del mejunje en cuestión y porqué lo llevaba…
“porque si lo llevo puesto una semana, hasta que se caiga del todo, me deja la piel suave y tersa, y me siento más atractiva y deseada por los hombres…y tú? Estás casado?”
Hasta ahí puedo contar.